Aceptarnos a nosotros mismos tal y como somos nos permitirá variar nuestra forma de ser y plantearnos ser diferentes. Sólo así conseguiremos ser como realmente deseamos. Una auténtica paradoja.

A pesar de que a mucha gente le gustaría cambiar, no lo consigue por mucho empeño que le ponga. El problema es que no estamos contentos con nuestro modo de ser. Y a menudo, cuanto más pensamos en lo mucho que nos gustaría cambiar, más nos reafirmamos en el comportamiento y en la actitud que deseamos variar.

Por ejemplo, cuando una persona dice, ¡No quiero ser como mi padre!, está demostrando que igualito a él, y todo el mundo lo sabe, excepto el propio interesado. ¿Y por qué es igual que su padre cuando habla así? Porque al decir que no quiere ser como él, está pensando precisamente en su padre.

Existen también muchos otros ejemplos, igual de interesantes:

–          ¡No pienses en el color azul! Y te garantizo que en ese momento estarás pensando en el color azul.

–          ¡No pienses en una manzana, que no esté verde ni madura, ni que esté pelada ni con piel! Y por supuesto, estarás pensando en una manzana así.

Del mismo modo, cuando alguien dice: ¡No quiero estar gordo!, está pensando en grasa. Y cuando dice: ¡No quiero ser igual que mi madre! ¿no es en su madre en quien está pensando?

Es importante en este punto entender una paradoja universal: somos en la vida lo que nos negamos a ser. En el momento en que cada uno de nosotros se acepte tal y como es, podrá plantearse ser diferente.

Por esa razón, en todas las religiones y filosofías del mundo existe el concepto de autoaceptación. El secreto para cambiar consiste en aceptarse tal como es uno. ¿Si  no te gustas a ti mismo, cómo quieres gustar a los demás? Esto es una paradoja. Y es que el universo entero es paradójico. Mientras no te aceptes como eres, seguirás siendo exactamente lo opuesto de aquello que te gustaría ser. Por eso es tan importante buscar la propia autoestima.