El temor a tomar decisiones, a los cambios, a equivocarnos o no ser lo que esperan los demás, nos dificulta cada día la tarea de tomar decisiones. Pero decidir es un poder que todos tenemos y que se puede ejercitar.
A decidir también se aprende….
Las decisiones son inevitables pero también necesarias. Estas propuestas nos ayudan a mejorar esta habilidad:
Clarificar la finalidad. Es útil saber qué se quiere lograr a corto y largo plazo con la decisión. ¿qué quiero conseguir? ¿qué es prioritario para mi ahora? ¿esta decisión me ayuda a conseguir lo que quiero para mi futuro?
Hazlo ya. Muchas veces dejamos cosas por decidir o postergamos todo lo posible la determinación. Todos estos temas aplazados, sean importantes o no, ocupan nuestra atención y energía. Resolverlos permite despejar la mente y dedicar la energía a conseguir objetivos.
Evaluar las consecuencias. Es útil preguntarse por las consecuencias de la decisión. Reflexiona: ¿qué puede provocar para mí y para los demás esta decisión? ¿qué puede suceder si no lo hago? ¿qué me impulsa realmente a hacerlo?
Reposar la decisión. A veces conviene pasar a la acción y no quedarse anclado en los pensamientos, pero otras es preciso y hasta prudente postergar la decisión. Quizá haya que abordar unos asuntos antes que otros, o dejar reposar la decisión para ganar claridad. En momentos de crisis no se aconseja tomar decisiones de peso, pues la percepción de las cosas puede estar distorsionada.
Resolver de manera creativa. Se basa en dos principios: aumentar la comprensión (mirando la situación desde diferentes puntos de vista o intentando ponerse en el lugar de otras personas) y abrir la mente (buscar e imaginar alternativas atreviéndose a pensar y experimentar cosas diferentes). Recuerda que es difícil lograr cambios si se sigue reaccionando de la misma manera.