Las excusas que se da alguien a sí mismo surgen a menudo de su propio miedo a fracasar.
Se posterga la acción o se elude la responsabilidad por temor al riesgo o a no estar a la altura, o por no tener la convicción de que esfuerzo tendrá los resultados que esperamos. Se trata de «pensamientos
dormitivos», según Gregory Bateson: cuanto más recurrentes son las excusas que se usan para evitar hacer algo, más se debilita la confianza.
Tras las excusas que se dan a los demás también puede hallarse el miedo a no ser querido.
La necesidad de corresponder a los compromisos o de hacer lo que socialmente se espera de uno en cada contexto puede llevar a un exceso de cortesía que provoque un efecto contrario al deseado.