Escoger una dirección en la vida e intentar seguirla conlleva a veces delicadas renuncias. Sin ellas resulta tan difícil madurar como alcanzar objetivos.
Miguel Angel solía decir que tallaba sus esculturas solo quitando lo que sobraba del bloque de piedra. También nuestras grandes obras comienzan cuando sabemos liberarnos de lo que nos sobra.
– La palabra renuncia parece sonar a empobrecimiento en la vida, aunque supone todo lo contrario, si estamos renunciando a comportamientos o actitudes que sí que empobrecen limitándonos o haciéndonos egoistas.
– Podemos potenciar nuestra salud renunciando a hábitos nocivos en nuestra vida. Evitar relacionarnos con los demás de manera conflictiva es mejorar nuestras relaciones, si renunciamos a nuestro mal carácter.
– Si renunciamos a lo superfluo que supone un lastre, estamos haciendo pervivir lo más auténtico en nosotros. En este caso, restar es mejor que sumar.
Como escribió Chen Meikung (China, siglo XVI) «Siéntate tranquilamente un momento y comprenderás qué tontamente te has estado moviendo. Aprende a tener tu boca cerrada y comprenderás que has hablado demasiado. Procura no meterte en demasiados asuntos y comprenderás que has estado perdiendo el tiempo en cosas innecesarias. Ten pocos deseos y comprenderás por qué has tenido tantos males.»
El ser humano tiene un alma pasional. El deseo impulsa la vida, y esta sociedad se encarga de que no escatimemos esfuerzos para satisfacerlos. El contrapeso es la renuncia, ya que a veces no es conveniente tener todo lo que deseamos.
Hay muchas posibilidades de ejercitar la renuncia para bien propio o ajeno:
– Renunciar a que la televisión sea un elemento siempre presente, ganando tiempo para otras cosas y se evitan programas que pueden ser incluso atentados contra la inteligencia y la sensibilidad.
– Renunciar a fumar.
– Renunciar a una vida excesivamente sedentaria.
– Renunciar a preocuparse sólo de los asuntos propios, pensando un poco más en los demás.
Podemos entender la renuncia como algo que impide aspirar a cosas importantes, haciéndonos sentir mediocres, como con un fracaso anticipado, pero esto no es así, ya que quien renuncia lo hace buscando mayor satisfacción o una mejora vital (como el caso de dejar de fumar). O sencillamente se hace para evitar el mal (renunciamos a ser agresivos o robar).
Saber renunciar no es sinónimo de debilidad o impotencia, sino que es un ejercicio de libertad
En toda renuncia hay una grandeza: el triunfo de lo mejor de uno mismo.
«Quien mucho atesora, mucho pierde.» afirma Lao-Tse. Cultivar el desapego significa sentirse en definitiva más cómodo con uno mismo, quitarse peso de encima y andar más ligero por la vida. Sólo conviene renunciar a lo que no es nuestra auténtica personalidad, o a tantos actos que no nos hacen verdaderamente felices. Como dice un proverbio chino, «hacer el bien es el más grande de los placeres».
Esto va más allá de lo típico….entre ser o no ser, yo soy. La renuncia es dejar atrás el ego y empezar a disfrutar de lo que se tiene y dejar de sufrir por lo que se desea.