Fue a principios del siglo XIX cuando Wilhelm von Hufeland escribió su obra «Macrobiótica o el arte de prolongar la vida», y fue un siglo después cuando Georges Ohsawa adoptó ese término para definir una forma de vida que busca la armonía del ser humano con el Cosmos, inspirándose en la teoría china del Yin y el Yang, y considerando la alimentación como un primer vehículo para lograrlo.
La macrobiótica considera que cada alimento ofrece un tipo de energía especial y ofrece las indicaciones para que cada uno descubra el tipo de dieta con el que se siente mejor.
Básicamente, es una dieta vegetariana, con alimentos de cultivo biológico adaptados a la constitución, edad y sexo de cada uno. Centrada en cereales integrales y legumbres y procurando equilibrar entre alimentos crudos y cocidos, dulces y salados, húmedos y secos…yin y yang.
Los alimentos vegetales, crudos, dulces, acuosos, cremosos, blandos y suaves son de naturaleza yin, mientras que los alimentos animales y los cocidos, salados, secos, crujientes, duros y fuertes tienen naturaleza yang.
Para la macrobiótica, la enfermedad es un desequilibrio en el flujo de energía del organismo. Así cuando nos encontramos con una persona de carácter sensible y complexión delgada, con tendencia a los resfriados y poca resistencia física, se le aconseja evitar las frutas crudas de la dieta, ya que se considera que estas enfrían y al tener azúcares rápidos favorecen que la energía se disipe rápidamente. Se aconseja en cambio una dieta rica en cereales (azúcares lentos) y alimentos cocidos que calientan el cuerpo.
Una buena dieta macrobiótica personalizada, además de tener en cuenta la constitución y condición del sujeto, valora el clima, la actividad y el sexo.
De la medicina china, se toma la división del cuerpo humano en cinco órganos fundamentales, cuya energía se ve favorecida o limitada por un sabor y un grupo concreto de alimentos (léase «¿Qué sabor te atrae?)
Para la macrobiótica, podemos comer de todo, pero mejoraremos la salud física y psíquica cuanto más centremos la dieta en los cereales, legumbres y semillas, desaconsejando el uso excesivo de carnes, embutidos, cocciones a altas temperaturas (fritos, asados) alcohol, café, productos lácteos o bollería.
Aplicando los principios de la macrobiótica, muchas personas han solucionado enfermedades como el acné, la dermatitis o la depresión. Los principios son conocer los alimentos y saber cómo actúan en nosotros, para utilizarlos como una herramienta en el mantenimiento de la salud.