El sistema nervioso autónomo controla el funcionamiento de los órganos digestivos e influye sobre la salud y el ánimo.
El sistema digestivo está forrado de células nerviosas y contiene los mismos neurotransmisores con que las neuronas se comunican entre ellas. Es como tener otro cerebro, pero en los intestinos. Ambos cerebros funcionan por separado, pero pueden comunicarse si es necesario.
El cerebro digestivo se conoce como sistema nervioso entérico, localizado en tejidos de esófago, estómago, intestino delgado y colon. Este cerebro puede aprender, influir sobre el estado de ánimo y sobre la salud.
Poca gente sabe que este cerebro tiene mucho que decir en nuestra felicidad y bienestar, así como en algunas de nuestras molestias.
Los síntomas intestinales traslucen la personalidad y los conflictos psíquicos:
Las emociones desempeñan un papel fundamental en los cambios originados en el sistema nervioso entérico. De hecho, casi todos los pacientes de colon irritable, presentan también problemas emocionales como ansiedad, fatiga, depresión o alteraciones del sueño.
Parece que su sistema digestivo aprende a reaccionar de este modo frente a situaciones de estrés, como si quisieran llamar la atención a lo físico para solapar el verdadero problema. Las molestias intestinales pueden ser reflejo de la dificultad para afrontar los retos de la vidal.
Una diarrea, del mismo modo, puede ser resultado del miedo, ya que ante esta situación se liberan en el intestino serotonina, neurotransmisor que en el cerebro produce calma, pero en el sistema digestivo dirige la movilidad intestinal. Los dolores abdominales y las irregularidades son frecuentes en momentos de estrés.
La alimentación y los buenos hábitos pueden ayudarnos a equilibrar los neurotransmisores (serotonina, dopamina, etc) de los intestinos. Asi, los hidratos de carbono nos ayudan a producir serotonina, y las proteínas aumentan la dopamina. Del mismo modo, el descanso y la relajación o los paseos, también ayudan a equilibrar estas sustancias en nuestro sistema digestivo.
Sentir y pensar algo más con «las tripas» puede ser una buena manera de equilibrar el «exceso de cabeza» que domina nuestra vida actual.