marzo 18, 2014

Cuando se tiende a aplazar las tareas o estas se acumulan más allá de lo deseable, puede resultar muy útil elaborar una lista que las detalle y en las que se establezca su grado de urgencia en tres categorías: A, B y C.

Poner los patos en fila es lo que hace la madre pata cuando sus patitos se salen de la linea recta. Al igual que la familia de patos, los objetivos avanzan mejor si se mantienen en un orden acorde con las prioridades personales. Para identificar las prioridades, puede utilizarse el método de otorgar a cada una de ellas un valor A, B o C en función de su importancia.


Las tareas A
 son las que es necesario hacer y pronto. Cuando se realizan pueden deparar resultados extraordinarios, en cambio si se dejan sin hacer pueden generar consecuencias negativas o desagradables.

Las tareas B son las que se deberían hacer sin excesiva demora. Sin resultar tan apremiantes, siguen siendo importantes y no se pueden posponer mucho tiempo ya que ascenderán a categoría A.

Las tareas C son las que se pueden dejar de lado sin que se produzcan consecuencias, a veces de forma indefinida, otras veces, irán ascendiendo de categoría según pase el tiempo y se acerque la fecha tope.

De labor a objetivo. Este sistema se utiliza elaborando una lista de tareas en función de una fecha determinada y asignando un valor a cada una de ellas. Esto ayuda a ser consciente de las emociones que surgen y jerarquizar prioridades, poniendo orden más allá de su urgencia. Si a una labor que nos desagrada, le asignamos prioridad A, irá disminuyendo la desgana, al convertirla en objetivo.

La lista de valores personales ayuda a programarnos mejor.

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Victoria Pérez

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Sobre la autora

Soy Victoria Pérez y trabajo con estudiantes y profesionales de las terapias naturales y la gestión emocional para completar su formación y acompañarles mientras construyen su sueño de tener una consulta viva, rentable y a su estilo.