En el estado de consciencia característico del mindfulness (atención plena), permanecemos atentos a lo que sucede en nuestra mente.
Gestionar la atención:
Viviendo en el presente. La mayor distracción de nuestra mente es estar pendiente de las dos realidades virtuales: pasado y futuro. Ambas distraen y generan malestar.
Atender la preocupación. Es como tener una cita con el problema, a una hora concreta, que nos permitirá observarnos en nuestra producción mental e influir en ella, limitando su interferencia en el resto de tareas diarias.
Fluir. La flexibilidad en nuestro foco de atención nos permite atender a lo que más nos interesa, sólo debemos cuidar de no estar demasiado dispersos.
Objetivos. Recordar nuestras metas y objetivos, nuestras prioridades, con trucos como repetir frases, usar notas adhesivas, mapas mentales, que nos den estructura a nuestra dinámica mental.
Pequeñas distracciones. En los momentos de mayor distracción o cansancio, podemos escuchar música, saborear un alimento, cantar, observar un paisaje o hacer algo con los ojos cerrados.
Otros recursos útiles son cultivar el orden, fijar objetivos o saber descansar.