mayo 2, 2015
autoimagen

La ansiedad y el estrés debilitan el sistema inmunitario. Pero esa influencia también funciona en el sentido contrario: una actitud positiva contribuye a reforzar la salud.

 

El optimismo ayuda a cuidar la salud, nuestros huesos, músculos, órganos, piel, cabello y sentidos se benefician de las emociones positivas


Cada vez son más los estudios que vinculan las emociones con la salud. Éstas son algunas de las conclusiones que ofrece el investigador Paul Martin:

  • Nuestro estado mental y salud física están inexorablemente entrelazados.
  • El estrés, la depresión y otros factores psicológicos pueden incidir en la vulnerabilidad a muchas enfermedades, incluidas las infecciones bacterianas y víricas, las enfermedades cardíacas y el cáncer.
  • La relación entre mente y salud está mediada tanto por la actitud vital como por las relaciones biológicas entre el cerebro y el sistema inmunitario.
  • La salud física puede influir en el estado mental, por ello todas las dolencias suelen tener también consecuencias emocionales y psicológicas, además de causas de esa índole.
  • No hay nada de vergonzoso ni de débil en admitir la intrusión de los pensamientos y las emociones en la enfermedad.
  • Las relaciones sociales que mantenemos con otras personas son fundamentales para la salud.

 

Las personas más adaptables sue­len ver el mundo externo y el propio con cierto optimismo. Se trata de un optimismo realista, un humor equilibrado y estable que permite afrontar los acontecimientos funestos porque la persona está acostumbrada a admitir cierta negatividad en sí misma y en el mundo que le rodea.

 

Cuando tenemos una percepción equilibrada de las cosas y las miramos desde una perspectiva global, el optimismo surge por sí solo

Muchas personas son conscientes de que lo que percibe nuestro mundo interno se ve reflejado con frecuencia en lo que atraemos. Esto equivale a decir que cuando cambiamos nuestra percepción interna de las cosas, el ambiente que nos rodea también puede hacerlo.

El optimismo va íntimamente unido de la mano a otros sentimientos: el amor, la alegría, el agradecimiento, la serenidad… Cuando a alguien le sucede una experiencia desagradable se pregunta: ¿por qué me ha tenido que pasar esto a mí? Pero tal vez sería mejor preguntarse: ¿dónde está el evento positivo que está produciéndose simultáneamente en este momento?

A veces puede parecer que las cosas que nos suceden en la vida están desorganizadas, desordenadas, caóticas y llenas de estrés. Pero una vez ordenadas y contempladas globalmente, proporcionan la renovada sensación de que había un sentido y un propósito detrás de todo lo que estaba sucediendo.

Podemos sentamos en silencio y preguntarnos: ¿hacia dónde me gustaría ir?, ¿a qué me gustaría dedicar mi vida?, ¿qué es lo que más me gustaría conseguir?, ¿cuáles son las partes más profundas de mi corazón que deseo encontrar?, ¿qué servicio me gustaría proporcionar a los demás?, ¿qué es lo que tiene más sentido para mí? Tal vez descubramos algunos aspectos de nosotros mismos que desconocíamos, y con ello el camino que nos va a llenar de plenitud.

El dolor es inevitable, El sufrimiento es opcional

Todos los órganos, todas las células, están vinculadas con el cerebro a través de innumerables ramificaciones nerviosas. La conciencia humana, la conciencia del «yo», reside en la corteza cerebral, la capa de células que recubre los dos hemisferios cerebrales. En cambio, los centros nerviosos controladores de funciones involuntarias, como las de las glándulas endocrinas o las del sistema inmunitario, se sitúan en estructuras profundas del tronco encefálico. Estos centros reaccionan a sugestiones y creencias (tales como el efecto placebo), pero no a las órdenes voluntarias. Es decir, no puede haber una transmisión directa del pensamiento consciente desde la corteza a los centros profundos que controlan mecanismos psicosomáticos como la curación.

De ahí la complejidad del arte de la medicina, la existencia de diferen­tes formas de tratamiento médico, el efecto placebo y la necesidad de proyectar la fe ha­cia objetos, sustancias, especialistas o dioses para utilizar la curación.

Esta necesidad es motivo de alegría y pre­ocupación a la vez. Significa que no basta la fuerza de voluntad para estar sano, ni pa­ra poner en marcha los mecanismos inna­tos de curación justamente cuando uno lo precisa. Pero es más fácil tener conciencia del modo en que en un determinado momento se está bloqueando la curación, estresando el cuerpo o generando vulnerabilidad a los agentes externos de enfermedad por el hecho de fomentar energías mentales negativas.

Por eso el requisito del optimismo y otras energías mentales positivas sea tan útil.

Bibliografia:

«El poder autocurativo del cuerpo» (Vernon Coleman)

«Enfermar o curar con la mente» (Paul Martin)

Revista Cuerpo Mente

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  1. De esto ya se habla en el libro «la fuerza del optimismo» escrito por rojas marcos alcalde de new york

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Victoria Pérez

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Sobre la autora

Soy Victoria Pérez y trabajo con estudiantes y profesionales de las terapias naturales y la gestión emocional para completar su formación y acompañarles mientras construyen su sueño de tener una consulta viva, rentable y a su estilo.