Hoy hablamos de la alimentación prebiótica. Y es que tu salud y la de tus pacientes empieza en la microbiota.
Los humanos somos «superorganismos» en los que reinan los microorganismos que hospedamos. Y la microbiota que reside en el intestino es una de las comunidades más densas y pobladas (incluso más que el suelo, el subsuelo y los océanos).
Imagínate la influencia que tiene en nuestra salud.
Cada vez que nos alimentamos, nuestra microbiota lo hace. Por eso podemos confirmar que “somos lo que comemos”.
La microbiota intestinal es el nombre que recibe la población de 100 billones de microorganismos que habitan en nuestros intestinos y que ayuda a combatir las agresiones de otros microorganismos y a metabolizar ciertos alimentos que el estómago y el intestino delgado no son capaces de digerir por sí solos.
Cuando nuestra dieta es desequilibrada, se dan alteraciones de la microbiota intestinal, conocidas como disbiosis, que pueden estar detrás de afecciones como el asma, las enfermedades inflamatorias crónicas y la obesidad.
Por eso nos interesa prestar atención a lo que ponemos en el plato llevando una alimentación prebiótica, tanto a nivel individual como para nuestros pacientes de consulta en Naturopatía.
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En muchas ocasiones, ante una alteración, incluímos probióticos como fórmula para recuperar la microbiota intestinal, incluso para mantenerla a lo largo del tiempo.
De esta forma pensamos que estamos haciendo lo mejor para la salud, cuando en realidad lo ideal sería mantener su estado óptimo sin tener que recurrir a suplementos.
Por eso lo más adecuado es centrarse en los prebióticos que contienen fibra fermentable, entre otras sustancias, y que cuando entran en contacto con las bacterias intestinales producen alcoholes con los que se alimentan.
La fibra fermentable está naturalmente presente en algunos alimentos y, como te decíamos arriba, puede ser fundamental para la salud.
Hace años se hablaba de fibras solubles y fibras no solubles.
Las fibras solubles son las que se disuelven en agua y las insolubles las que no.
Ahora estos términos están cambiando y se habla de fibras fermentables y no fermentables.
Las poco fermentables fermentan menos de un 10%, las parcialmente fermentables hasta un 70%, y las muy fermentables, en más de un 70%.
En realidad la mayoría de fibras insolubles no son fermentables. A las bacterias hay que alimentarlas con fibras solubles fermentables e insolubles fermentables.
Las fibras fermentables en las que se traduce esto son:
Además de incluir las fibras fermentables que apoyen la salud de la microbiota, sería también interesante evitar las sustancias disbióticas, es decir, los enemigos de la microbiota.
Los peores son sin duda el alcohol y aditivos alimentarios como algunos edulcorantes y emulsionantes, los ácidos grasos poliinsaturados (presentes en la bollería industrial), así como irritantes intestinales como los picantes, las bebidas carbonatadas y el café en exceso.
También lo son los medicamentos, destacando los antibióticos.
Se trata de no agredir a tu microbiota y darle lo mejor siempre. Una microbiota saludable es el mejor remedio para evitar enfermedades crónicas degenerativas, intolerancias, alergias, etc.
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