noviembre 26, 2014
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solucionar conflictoCualquier cuento clásico resultaría aburrido sin el malo que genera tensión y suspense, como la madrastra de Blancanieves, el lobo feroz de Caperucita o Ursula en la Sirenita.

Sin olvidar el dolor que produce un conflicto, seguramente sin ellos sería más lento, sino imposible el progreso, ya que nos ofrecen la oportunidad de desarrollar nuevos recursos para superarnos dar un paso adelante.

El enemigo puede convertirse en el mejor maestro para iluminar partes de uno mismo que se desconocían. («Ten a tu amigo cerca y a tu enemigo más cerca aún» -Probervio Chino-).

Todos los conflictos, tanto entre personas como interiores, pueden ayudarnos a aprender. A continuación mostramos seis pasos clave para comprender estas lecciones y solucionar conflictos.

1. Aceptar sin juzgar

A veces nos repetimos «Esto no debería haber ocurrido» y nos rebelamos, pero para poder empezar a plantear una solución lo primero es aceptar el suceso sin cuestionarlo.

Preguntarnos qué podemos aprender de lo ocurrido es el primer paso para liberarnos de los barrotes de los juicios de valor y la etiquetas.

Esto nos permite ampliar la visión y mirar con otros cristales más allá de lo bueno o lo malo, correcto o incorrecto, que nos dan únicamente una valoración subjetiva, ya que nuestra forma de ver la realidad no es la realidad en si, sino sólo el reflejo de nuestras experiencias y creencias (El mapa no es el territorio)

Los conflictos se generan cuando nos formas de sentir y pensar se confrontan, si aceptamos que el otro puede ser distinto a nosotros, comenzamos a disolver la ofuscación.

2. Saber ponerse en el lugar del otro.

En todo conflicto existen tres posiciones: el observador (yo), el observado (el otro) y quien observa desde fuera.

Normalmente todos buscamos lo mismo en un enfrentamiento, la seguridad, el reconocimiento, la valoración, el afecto…, por eso, esforzarse por descubrir estas necesidades en el otro e intentar comprender sus creencias y motivaciones nos permite ver más allá y percibir con más claridad lo que sucede, para que afloren soluciones adecuadas para ambas partes.

Es útil recordar que detrás de cada postura hay una intención positiva, aunque aún no la hayamos visto.

3. Distinguir entre conducta e identidad

Hay conflictos que surgen más como reacción a las etiquetas que ya se le puso a una persona que a lo que en un momento dado ha hecho, puede ser útil sólo considerar lo que se percibe con los sentidos (lo que oimos o vemos) sin interpretarlo.

4. Buscar el silencio

Contar hasta diez o a veces un poco más, si es necesario, como ocurre con la meditación, permite que dejemos de identificarnos con nuestros pensamientos y podamos verlos en la distancia, valorando cuales son nuestros deseos a partir de ese momento, dando una mejor respuesta a los hechos, menos visceral y elegida con mayor libertad.

5. ¿Estoy dispuesto a resolver ese conflicto?

La idea es encontrar la manera de renunciar a las demandas y las emociones que originaron la situación, despegándonos de ellas, ya que puede ser fácil quedarse atascado en una queja o una demanda o comportarse de forma justiciera y vengativa.

Comprender qué nos sucede es fundamental para seguir avanzando hacia la solución.

6. Negociar para lograr el «yo gano, tú ganas»

Lo ideal es lograr un acuerdo en el que todas las partes salgan ganadoras, lo que resulta fácil si se actúa desde el respeto a uno mismo y al otro y trabajando con los juicios apartados y dejando aflorar la serenidad.

Si nos preguntamos ¿Qué busco de bueno para mi?, la respuesta, además de facilitar la solución, nos desvelará las causas del conflicto.

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Victoria Pérez

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Sobre la autora

Soy Victoria Pérez y trabajo con estudiantes y profesionales de las terapias naturales y la gestión emocional para completar su formación y acompañarles mientras construyen su sueño de tener una consulta viva, rentable y a su estilo.